martes, 25 de mayo de 2010

Las promesas.

El prometio siempre quererla y ella le creyó, en el fondo deseaba creerle, ansiaba no estar sola, ansiaba que alguien se llevara esa infancia de terror, donde siempre estuvo el fantasma del hambre, el trabajo desde los ocho años, la interminable sucesión de deudas para ayudar a su madre y hermanos a salir adelante. Se sentía inmensamente sola en una casa densamente habitada, el fantasma de la soledad, la hizo decir que si cuando él la pidió en matrimonio.
Luego vinieron los años de trabajar, para criar los hijos, para salir adelante, el tenía un carácter fuerte, pero ella era paciente, creía que cuando se estabilizaran y estuvieran con menos presiones económicas, se suavizaría su modo tan duro de ser. No le gustaba que gritara, a mañana, tarde y noche, solo se quedaba en paz cuando dormía, ella tranquila solo se limitaba a morderse la boca cuando quería protestar, sabía que era injusto en sus afirmaciones pero sabia que reñir solo lo volvería mas violento.
Los años pasaron, los hijos crecieron, hicieron su camino por el mundo. Ellos empezaron a acusar el cansancio de la vida, la salud mas deteriorada pero la relación seguía en un punto igual que siempre.
De pronto un día, empezó la rutina de cada día, desde el desayuno el se enojaba, por un motivo o por otro no podía soportarla, le molestaba su silencio, le incomodaba su abnegación, el sabía que ella lo odiaba desde hacía años, pero nunca le decia nada y ese rencor le hervía con un ruido apagado, como una olla tapada. Pero esa mañana, ella no guardó silencio, estaba harta de escuchar quejas, que a él no le gustaba el desayuno, que él no quería comer comida mas saludable, que no le importara que tuviera alto el colesterol, la azucar y todas las quejas que formaban parte de su catálogo de pequeñas agresiones practicadas de manera sistemática por años.
Entonces, ella abrió la boca, empezó a contestar con la misma violencia, con todo ese rencor que por años de violencia psicológica se le había acumulado, le habló de estar harta de que la tratara como su sirvienta y aún peor porque a las domésticas no se les grita, le dijo las cosas que por años había pensado solamente, su voz se elevó por encima de la de él, era como quitarse una presión interna, era sacar ese monstruo que la estaba comiendo por dentro, era vomitar todo lo que le dolía, ocupada en su catarsis no veía que él se ponia en tensión, que estaba sorprendido de su reacción pero de ninguna manea dispuesta a dejarla que se brincara el cerco que por largos años construyó cuidadosamente, ella era su mujer y como tal su deber era callar. Solo que ahora no sabía como callarla, pensaba que no tenía voz y resultaba que si, pensaba que tenía el cerebro vacío y resultaba que no, entonces levantó su mano....y con ello rompió la última de sus promesas: "jamás te golpeare"