miércoles, 23 de marzo de 2011

LA HOJA EN BLANCO

Ella se sentó frente a la ventana, en el escritorio que había sido propiedad de su abuela, de madera sólida y desgastada, pero por lo mismo hermosa, tenía frente a si una hoja, limpia, inocente, con todas las posibilidades del mundo, un boligrafo (siempre usó la tinta negra, por aquella maestra de preparatoria que les prohibió el escribir con tintas pastel), siempre le había costado expresar sus sentimientos de forma verbal, el papel fue su refugio siempre que tuvo cosas para llorar y alegrías por expresar; ahora no sería la excepción, escribiría una carta de despedida a su padre, que agonizaba a unos kilómetros de su habitación, una despedida extensa dándo gracias por el gran padre que fue para ella... bueno, no conocía otro, pero suponía que los buenos padres debían ser como el de ella, serios, serenos, como robles, el apoyo para tus lágrimas y el recipiente de tus alegrías, también pensó que su padre era una de las personas mas entrañables que conocía, afectivo hasta la ridiculez, jamás se detuvo ante extraños para demostrarle cuanto la quería y como aún la consideraba "su niña", ¿como podría agradecerle tantas cosas? Él dejó su vocación de trotamundos para estar a su lado, para guiarla en un camino de vida difícil, para arrancarla del destino fatal de las hembras en su casa, para darle alas y enseñarle a usarlas.
No podía empezar, la elegía que buscaba era demasiado inmensa para ponerla en un papel, no le cabía en el mundo, es dificil ejemplificar el amor más perfecto, el que se da sin esperar nada a cambio... iniciaba hoja tras hoja, garrapateando ideas inconclusas, completamente concentrada y sin embargo incapaz de condensar tantos sentimientos en un momento.
Finalmente, derrotada, ella arrugó la última hoja de papel, para lanzarla al cesto, la luz del día se escapaba y solo la iluminaba una tenue lámpara de noche, pensó que no tenía forma de escribir lo que quería decir, ¿cómo decir adiós a lo mejor que te ha pasado?...
Para el amanecer consiguió escribir varios renglones, decidió ponerlo simplemente y complementar con sus palabras...temprano, tan pronto como permitían las visitas, encaminó sus pasos al hospital, al llegar, no pudo darle la carta, su padre ya no podía leer, solo tuvo fuerza para tomar su mano y verla a los ojos, ella lo vio y supo que no era necesaria esa misiva, que con una mirada dos personas que se quieren se pueden decir el mundo... ella dijo gracias con los ojos y el dijo adiós con sus miradas y luego, todo terminó.