lunes, 3 de marzo de 2014

POSTAL.

La fiera ronda lentamente entre el resto de las bestias detenidas, la imagen es como un típico programa de National Geographic donde se observa las manadas en los abrevaderos, mientras los linces, leonas y otros depredadores caminan en su entorno, esperando el momento para atacar; todos hemos visto cuando un animal es apartado de la manada, mientras el resto huyen despavoridos. Así es también aquí, el sujeto identifica la mejor presa, oculto tras esas gafas oscuras que le dan un aspecto de mayor fiereza pero no dejan ver hacia donde está ubicando su objetivo; los demás, nerviosos, dejan de hacer lo que hacen, para observar directamente hacia el frente, no es conveniente irritar al macho dominante viéndolo, por eso todos tratan de aparentar naturalidad, pero por dentro estan nerviosos. Como el Ñu que mientras abreva no deja de mirar con el rabillo del ojo, por si hay que salir disparado. La tensión del ambiente los hace sentirse inquietos, uno o dos minutos pudieran parecer una eternidad; la fiera sigue buscando su presa, voltea y a su derecha, ubica una hiena, se reconocen como carnívoros y depredadores, sabe que podría humillarla y someterla, pero que volvería apoyada por su grupo, la hiena si lo mira de frente, no le importa, se siente protegida e impune.
       Entonces, ahí está, el miembro mas debil de la manada, ni siquiera es una presa sustanciosa, pudiera ser que no se obtenga mucho provecho de él, pero algún beneficio se puede lograr, porque el resto están demasiado alertas o son mucho más fuertes que él, así que no conviene arriesgarse tanto, la experiencia dice que no muerdas más de lo que puedes masticar. Se acerca lentamente por un costado y verifica que en efecto, está solo, pretende que no lo ha visto e intentará escapar a su destino. Pero su suerte ya fue definida, sabe que no podrá escapar al zarpazo de la fiera que ahora esboza una tenue sonrisa que sus lentes oscuros vuelven más tétrica.
      Luego, el semáforo cambia a verde, todos inician la carrera, mientras la presa reconoce el inconfundible sonido del estrobo que le indica que se orille, no tiene mucho dinero, pero tendrá que entregar lo que tenga para poder seguir su camino, mientras el resto se aleja mientras suspiran con alivio considerando que por esta vez, no les tocó a ellos.