miércoles, 4 de junio de 2014

Con la música por dentro.

          ¡Eres bien música! me decía mi abuela cuando chamaca, nunca supe si era por elogio o vituperio (prefiero pensar que lo primero). Y es cierto, el ser humano es música, notas reunidas en una hermosa sinfonía o en una sesión de afinación inconclusa y extraviada. Hay canciones a las que se ha culpado de horrendos crímenes "Helter Skelter"; se les atribuyen tragedias o poderes sobrenaturales "Gloomy Sunday" cuya leyenda le atribuye suicidios a quien la escuche un domingo en que se encuentre triste. Y si empezamos por la tradición musical mexicana nunca terminaríamos, desde las ceremonias religiosas precolombinas hasta los corridos revolucionarios, música de protesta y música comercial, hay una gran variedad. Música de guitarras para llorar y para bailar. 
         Entonces no miento cuando digo que todos somos música, somos lo que escuchamos dijo una persona, pero no necesariamente oír a Wagner o Mozart  te vuelve una mejor persona; así como escuchar los escandalizantes y violentos narco corridos no te torna un capo de la mafia y mucho menos el reaggetton te vuelve puta... bueno eso si. 
              Estábamos en que yo era bien música... no, estábamos en que todos somos; la vida se define por nuestra banda sonora, la mía es tan variada que a veces sólo alcanzo a escuchar la parte climática de "A day in the life", un torbellino de sonidos; cuando era nena mi madre me ponía a cri-cri, pero también escuchaba a Juan Gabriel y a Rocío Dúrcal mientras mi padre oía a CCR y a The Beatles, Elvis y demás rockeros de antaño. He de confesar que lloraba con Juanito Farías porque no tenía para un juguete y se tenía que conformar con su viejo caballo de palo; brincaba con Lorenzo Antonio; al mismo tiempo surgieron los videos y siempre recuerdo el primero que causó gran impacto, aquel de "Take on me" con sus efectos especiales y la chica que se enamoraba de un personaje de historieta; en mis quince me enamoré de Chayanne pero también de Bon  Jovi y esa forma de hacer el amor a la cámara cuando cantan, era la época de la música visual. En la secundaria bailábamos aquella canción de "wake up", música electrónica, a veces en tardeadas sólo para menores de edad, a veces nos colábamos en discotecas de la Avenida Juárez diciendo que teníamos dieciocho cuando apenas superábamos los quince, mientras los guardias fingían que nos creían.
            Luego al llegar a la mayoría de edad ya era una verdadera rockola, que igual sonaba grunge de Kurt Kobain o Alanis Morissette; country de Alan Jackson, Dwight Yoakham ó Café Tacuba y lo que sea que toquen;  Soda Estéreo, Charly García... si se podia bailar, brincar o tararear, estaba dispuesta a escucharlo. Recuerdo cuando hice una presentación en la universidad y hablé del rock, el maestro me preguntó si creía que era algo que siempre me gustaría y le dije sin titubear que si; el respondió que en veinte años vería y hoy a más de veinte años me sigue gustando. Por eso no me da miedo pisar un arrabal para oír lo que sea que se escuche, varias veces por las calles de las ciudades, me he dejado llevar por el sonido que proviene de oscuros callejones, para encontrar sitios oscuros donde he pasado las mejores parrandas musicales.
        El amor, se define por el sonido de la armonía, nada como enamorarte por los mismos gustos musicales, nada como hacer el amor con música y buscar el compás perfecto, siguiéndolo hasta el límite. Amar como John Lennon, como Janis Joplin, como Bob Marley; amar como José Alfredo, Chavela Vargas, Cuco Sánchez; amar como Sabina y como Ismael Serrano; bailar música de salón con la Santanera, con Michael Bublé. Luego desenamorarte desgarrando la garganta con los mismos que mencioné, con Armando  Palomas y Lila Downs y unos tragos de tequila, para empezar de nuevo el juego.
             La vida, la muerte, el amor y todo se define con notas; será por eso que de tanto en tanto vuelven grupos a reunirse y los seguidores de antaño (más calvos pero con mayor poder adquisitivo) vuelven a ir, ya no a los conciertos para estar de pie como cigarrillos en cajetilla, sino debidamente sentados y aplaudir con educación a quienes antes gritaban como posesos. Ahora buscan recuperar un poco de lo perdido y renacer, recobrar esa irresponsabilidad y felicidad de la Juventud.
             Hoy, que no sabemos si seguimos en medio de una guerra, misma que tampoco nos dimos cuenta a que hora inició; sabemos que la música nos puede rescatar de abismos profundos y elevarnos al cielo; que debemos salir a la calle a seguir componiendo la banda sonora de nuestra película. Que aún hay tanto por escuchar.