martes, 23 de junio de 2015

SEÑORA RIDÍCULA.

Hace muchos años, escuché por ahí que cuando uno no vivió bien su juventud, en la madurez le da por hacer "disfiguros" diría mi abuela; los norteamericanos le denominan "midlife crisis", consiste (en los casos mas agudos) en que tanto a hombres como mujeres dejan sus matrimonios estables y empiezan de nuevo con amantes jóvenes, en casos más atenuados, se puede dar la necesidad de cambios de  imagen más juveniles y algo del flirteo solamente. No olvidemos que el pecado se da "de pensamiento, palabra, obra y omisión", así que más de uno o una fantasean con sentir de nuevo mariposas en el estómago (síntoma que en ocasiones podría ser más producto de gastritis que de enamoramiento), vestir a como hace un adolescente o empezar con las cirugías reconstructivas, correctivas, preventivas y demás para mantener la lozanía de los años veintes (cuando todo es porvenir y poco es pasado). 

No estoy criticando esas ansias de permanecer joven, mi observación es referente a la relatividad o la percepción personal del tiempo transcurrido, sucede que en tus cuarentas puedes sentir mucha energía aún y cuando recuerdas que de niño las personas de cuarenta años te parecían "viejísimas" y te impresionabas; cuando no podías esperar a cumplir dieciocho para "ser independiente", lograr tus metas, ver el mundo con los ojos propios. Esos años llegaron y esa década pasó, no es que fuera mala, al contrario, fue excelente; tampoco me quejo del derrotero de la vida, porque personas maravillosas se fueron y otras tantas llegaron a mi existencia. Lo sorprendente para mi, es que aún recuerdo cuando fui una simple adolescente, como si fuera ayer, sin embargo transcurrieron demasiadas cosas, no es que me preocupe embarcarme en actividades que no me corresponden "a mi edad", pero ¿Qué es lo que te corresponde? Para mi, creo que la clave sería seguir conservando un espíritu animoso y jovial, mientras tengas consciencia que el organismo ya no es el mismo, si me da por desvelarme hasta las cinco de la madrugada para cantar y bailar no pasa nada, sólo que ya no consumo alcohol y evito esas famosas "crudas", probablemente ya no es posible desequilibrar el presupuesto familiar para adquirir un capricho, porque tu vida también se centra en dar a los demás la felicidad que tu tienes dentro. Por mi parte, no me importaría ser una señora ridícula, si eso me mantiene feliz, porque el ridículo es un concepto que sólo frena a las personas, que los angustia por el ansia de pertenencia, por el deseo de no desentonar y ser parte de "algo", quienes tienen consciencia de su valía y de su ser, no necesitan la opinión de otros para sentirse tranquilos.

Espero encontrar en esa experiencia, la llave para poder comunicarme con mi hijo adolescente, no puedo enseñarle mucho, porque cada ser humano se construye a partir de su propia vivencia, pero si darle el apoyo y la comprensión que yo en su momento tuve, las alas para despegar su vuelo y porque no, esos clásicos regaños que son prerrogativa de todo padre de familia, con aquello de que "mientras vivas en mi casa, vivirás bajo mis reglas", que emoción que ya puedo decirlo, aunque espero no necesitarlo.