martes, 9 de marzo de 2010

CAPERUCITA Y EL LOBO

Rosita Romero y Barrera era lo que para los adultos de su entorno se entiende como "una buena niña", a sus dieciocho años nunca se había quedado fuera de su casa, según sus boletas de calificaciones, solo las matemáticas era un poco su debilidad, iba a misa todos los domingos, aun cuando el sábado anterior se hubiera desvelado, también las vecinas de su madre decían que era un "encanto de chamaca", bien educada, nunca se le vio con la coleta torcida como a sus coetaneas, que desde chicas ya corrían por la cuadra al parejo de la torva de mozalbetes.
Un buen día, Rosita Romero y Barrera se enamoró, era un chico bueno, guapo y según lo definió su madre, era un "excelente partido", término que usan las mamás para dar a entender que el sujeto que tienen en mira para casarlo con su hija reúne los requisitos de estatus y nivel socioeconómico requerido, así como de aptitud genética para mejorar la raza, como decimos en Chihuahua.
Durante un año, Rosita Romero y Barrera en compañía de Angel Rivapalacio Reyes adornaron las páginas de sociales de los diarios de la Ciudad. En aquellos entonces Ciudad Juárez era una frontera con un decidido empuje económico debido a la gran cantidad de industrias internacionales que se habían establecido, sin embargo, pese a su desmesurado crecimiento, aún conservaba un cierto ambiente de pueblo, de desenfado, de confianza, es natural en un sitio donde todo mundo tiene trabajo y dinero para gastar, así como sitios donde hacerlo. En ese marco, Rosita y Angel iban de fiesta al menos dos veces por semana, ya que ella no quería descuidar sus estudios con las Monjas Teresianas donde era reconocida como una excelente alumna.
Pero toda historia de hadas tiene que terminar, Angelito se fue tras las piernas de una gringa que encontró un día en un evento de carreras de autos al que Rosita no pudo acudir por encontrarse estudiando para sus exámenes semestrales; así que sorpresivamente se encontró con que Ángel fue a su casa para decirle que se había dado cuenta que no era suficiente el amor que le tenía y que era lo mejor terminar. Escucharlo y volar a llorar a su cama fueron casi una sola actividad. Rosita se preguntaba en que consistió su error, ella soñaba casarse con su primer novio, de blanco, en una boda oficiada por el obispo, ella sabía que Ángel estaba destinado a ser su amor, a darle los tres hijos que soñaba criar, a envejecer juntos... poco entendía ella que el amor suele ser volátil, sobre todo cuando se tienen diecinueve años. Dos semanas duró esa postración, sin querer comer, ni dormir, solo escuchando música melancólica, Rosita únicamente salía de casa para ir a misa y aún así no podía evitar que se escapara un berrido que sobresaltaba al sacerdote cada que escuchaba en el sermón palabras referentes al amor.
Sucedió que tres semanas después de la catastrófica ruptura, cuando ella seguía sintiéndose Marga López reencarnada, recibió una llamada de sus amigas, no es que no le hubieran hablado en esos días, a todas horas, pero hasta entonces se decidió a aceptarles la invitación a salir. Su madre, tan contenta estaba, que decidió prestarle el vehículo del año, la camioneta Durango que recién le había regalado su marido para festejar su aniversario de bodas número veinticinco. Allá van las cuatro chicas, Rosita no se sentía aún animada, pero sabía que encerrada en su cuarto nada iba a obtener.
Al llegar al "Don Quintín" lo encontraron a reventar, sábado era el día en que todos se reunían, ya había bastante musica y animación... estruendo en el que Rosita se sentía reacia a participar, sus amigas pidieron bebidas y ella pidió un jugo de naranja, no acostumbraba consumir alcohol y haber tronado con su novio no la haría cambiar de opinión, de pronto a lo lejos, sintió la mirada de un hombre clavada en ella, al principio pensó que era Ángel, se parecían de lejos y en la oscuridad, entonces ella bajó los ojos, no quería ver al causante de sus más recientes penas. Pero de pronto él se acercó y se aclaró esa confusión, evidentemente era alto como Ángel, una complexión atlética, vestia chamarra y jeans, nada lo distinguía de muchos jóvenes que ahí departían, salvo que era terriblemente guapo. Se acercó y la golpeó de lleno con su sonrisa, le dijo llamarse Roberto y entonces ella entendió porque la gente se vuelve adicta a la adrenalina y a las drogas, la descarga en su cerebro fue estimulante, que aquel hombre se hubiera acercado a ella, entre tantas chicas, era un halago evidentemente, aunque era joven no era tanto como todos los demás que ahí se encontraban, estaba en sus mediados veintes, todo un hombre comparado con los jovenes entre 18 y 20 años que ahí se daban cita. Empezaron a conversar, muy interesante, entonces Rosita Romero y Barrera empezó a hacer su historia, el chico decia las cosas que ella le gustaba oir, era divertido, hacía bromas, seguro tenía buen trabajo o una buena posición pues vestía con ropa de marcas caras, poco a poco sus amigas fueron separándose de ellos, alegres de que por fin le veían otra cara que no fuera de funeral desde que terminó con Ángel.
Aquella noche Rosita decidió en su fuero interno que ahora sería ella la mala, la vampireza, la seductora, se había terminado la niña ingenua que se deja llevar por la vida, tomaría ella las riendas de su destino.
Roberto recibió una llamada en su teléfono, contesto con dos o tres monosílabos y al colgar apuro su bebida y le preguntó a Rosita:
- ¿Quieres acompañarme? voy a ir a cobrar un dinero y regresamos rapidísimo, es aquí cerca - Rosita abrió la boca para decir que no pero sorprendentemente su boca pronunció la palabra "si", Roberto dijo que su auto estaba encerrado en el estacionamiento y que el valet parking tardaría mucho, era mejor que usaran el vehículo de ella, Rosita accedió y una vez que salieron del lugar, él dijo que se encaminara a un lugar cercano.
Llegaron a una zona residencial, de buen nivel y él le pidió se estacionara frente a un domicilio, entonces todo sucedió como en las películas, aquella visión de cámara lenta donde unos segundos parecen eternos, sin embargo mil cosas ocurrieron en ese instante. En el momento en que la luz de la vivienda se encendía y un hombre salía de la casa, Roberto sacó entre sus ropas una pistola y la disparó hacia él, quien pese a verse sorprendido, pudo reaccionar y sacó a su vez otra arma con la que respondió a los primeros disparos. Luego Roberto gritándole a Rosita, ¡acelera pendeja! y ella pasmada, sin acabar de reaccionar, encendió el vehículo más por instinto de protección que por razonamiento lógico, sin embargo, el nerviosismo no le permitió avanzar más allá de media cuadra, impactándo el vehículo de aniversario de su madre, contra un arbotante.
Fue el último instante que vio a Roberto, este bajó del vehículo dejándola aturdida y sangrando de la frente y la nariz. Mientras que todos los demonios del mundo se ensañaban con Rosita, ya que de inmediato se vio rodeada de policías interrogándola a gritos y preguntándole cosas que ella desconocía.
Luego ante un Juez, repitió toda la historia, sabía que resultaba poco creíble que no conocía a Roberto, que estaba consciente que poco le favorecía el hecho de que el arma que Roberto dejó abandonada en su vehículo no le pertenecía, que no sabía que iba a tratar de matar a otro hombre cuando le pidió acompañarla, fue puesta en libertad a las setenta y dos horas, después de que todas sus amigas, su madre, los meseros del bar y alguntas otras personas atestiguaron a su favor... setenta y dos horas después a Rosita Romero y Barrera se dio cuenta que la suya era la carrera de mujer fatal mas corta de la historia.

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