sábado, 26 de diciembre de 2009

LA MUJER DEL PARQUE

Esa mujer tenía casi... no, imposible saber su edad, era evidente que había doblado la esquina de la madurez, que había pasado sus lozanías y que estaba en el camino de todo cuerpo humano hacia la decadencia, hacia el completo desgaste, así hasta apagarse, de manera violenta o de manera natural, era un destino que se avisoraba próximo, todos los días iba a caminar, para sentarse en una banca del monumento a Benito Juárez, no es que fuera el mejor sitio del mundo, a esas alturas daba lo mismo donde se sentara. Todos los días yo la veía, cuando iba rumbo a mi trabajo de dependiente de una ferretería, luego la volvía a ver, al medio día, cuando iba a comer me preguntaba si no se había movido, tenía la mirada lejana, parecería que estaba perfectamente cómoda en esa banca que solo tenía dos travesaños por asiento y uno por respaldo cuando originalmente tenía tres.
Así pasaron meses, un día salí muy noche de mi trabajo, pasaban las diez, odiaba las épocas de inventario, oscurecía, por supuesto que en el monumento no funcionaba el alumbrado público, sin embargo, casi por inercia voltee hacia la banca, ahí estaba, su silueta inconfundible. En esta ciudad es una estupidez hablar con extraños, pero mi curiosidad pudo mas, me acerqué y pregunté si todo estaba bien, ella pareció regresar de un viaje inmenso, me respondio:
- Aquí todo esta bien, ¿puedes tu decir lo mismo?- Y me vió como debe ver un veterano de guerra, que ha peleado todas las batallas posibles, ha perdido toda capacidad de sufrir, pero esa mirada con pliegues en los contornos, me hizo sentir un escrutinio que entro hasta mi alma... me sentí culpable, no pensaba hacer nada por ella, pero eso ella ya lo sabía, tampoco sabía bien porqué estaba ahí, a ella no le importaba, ni siquiera le intrigaba. Con gestos serenos, tomó un pequeño bolso de mano en piel café, tan desgastado debió ser un estilo de moda en mil novecientos setenta, sacó una pequeña botella, una pequeña botella de alcohol de curación, luego de darle un trago me la ofreció, ante mi mirada titubeante me dijo: no seas miedoso, no es alcohol puro, está rebajado con agua, ¿quieres sentarte?. Yo me senté, sin saber aún que era lo que quería saber, entonces ella empezó a hablar:
- Hace tiempo no se acercaba nadie a hablarme, siempre te veo que pasas, una aprende a reconocer a todas las personas que pasan a diario, yo te veía, eres un chamaco aún, te falta mucho por vivir. . . se que por dentro te preguntas que hago aquí todo el día, la respuesta es muy simple, estoy aquí como podría estar en cualquier lugar, si tengo casa, es cerca de aqui sabes, pero es muy vieja, casi se cae a pedazos, asi que me da igual estar alla o acá, vivo sola, así que nadie me necesita allá ni nadie me extraña, mi casa es como mi vida, ya tuvo sus mejores años, de aqui solo queda la destrucción, en un tiempo yo fui hermosa, joven, alegre, cantaba por las mañanas, pero un día me enamoré sabes, me enamoré mucho de un hombre guapo, muy galante, que me supo seducir... un día se fue de mi vida y yo me quedé esperando, esperando siempre volver a encontrar el amor y luché mucho, luché para encontrarlo y cuando me convencí que no podría hacerlo, traté de enamorarme de nuevo, tuve mas hombres en mi vida, pero no pude volver a amar igual, ni me casé ni tuve hijos, en cada hombre que llegaba a mi vida dejaba una intención sincera de querer, en la espera se marchitó mi piel, mis muslos perdieron su lozanía, mis pechos cayeron, mi rostro se llenó de surcos, mi corazón mismo empezó a secarse, empecé a beber... solo el alcohol me hacía sentirme joven y bella de nuevo, para esperar a aquel que se fue. Pero sabes, él nunca volvió. Y me venía a sentar en esta misma banca, que fue donde un día nos despedimos, hace más de cuarenta años, con esperanza de que el llegara aqui. . . al principio solo venía de cuando en cuando, pero ahora, ya no tengo nada que hacer, solo espero aquí la muerte, se que él ya no volverá. -
Volteó a verme y su rostro lo iluminó la luna, era pálido, no era un fantasma, pero bajo esa luz, diríase que pude vislumbrar la belleza que un día fue, lentamente se incorporó, sin embargo, quedó tan encorvada que parecía que no se había levantado del todo, sus piernas estaban un poco vacilantes y empezó a caminar, antes de irse, me dijo con una urgencia que solo un moribundo tendría:
- Si alguna vez encuentras el amor, no lo dejes ir. -

miércoles, 23 de diciembre de 2009

ESPERANDOTE

Te espero en mi cuarto con la luz apagada, pensando en ti, decidí ponerme el baby doll que mas te gusta, el de encaje negro, para que me encuentres así, sobre la cama, dispuesta para ti. No desespero, se que pronto has de llegar y si te tardas no importa, hace seis meses no existías en mi vida. Escucho a Michael Buble y su música me pone terriblemente erótica. Estoy deseando tus manos en mi cuerpo y esa forma que tienes de hacerme sentir especial, tiemblo al pensar en tus labios recorriendo mi piel, en la manera en que me haces sentir que no habrá mañana para nosotros, por tanto debemos amarnos hoy como si no hubiera un final, pensar en tu ansiedad y la mia asalta mi mente y me llena de recuerdos ¡que bien se siente hacerte el amor!.
No se cuanto tiempo transcurre, me imagino que bastante, porque mis ojos se cierran, me duermo pensando en ti... al despertar, me doy cuenta que estoy sobre la cama, en la misma oscuridad y creo que ya no llegarás. . . no importa, siempre estarán aquí mis brazos para ti y estoy segura que tu me sigues deseando. Vuelvo a cerrar los ojos y me duermo profundamente, soñando con tu cuerpo, convencida que es todo lo que habrá para mi esta noche... de pronto, una mano toca mi pierna...

sábado, 19 de diciembre de 2009


Entonces el patito feo, se volvio un bonito cisne... pero eso no lo salvo de los mocosos que lo agarraron a pedradas...

lunes, 14 de diciembre de 2009

DE HOMBRES Y ZAPATOS

Mi relación con los hombres siempre ha sido muy parecida a mi relación con los zapatos.
No estoy postulando alguna teoría de imposible refutación, no pretendo que todo mundo piense como yo y ni siquiera intentaría que esto se vuelva un dogma, simplemente es que he arribado a tal conclusión luego de una reflexión, de esas que luego ni siquiera se pueden calificar de profundas, son mas bien reflexiones solemnes, o pendejadas, o también solemnes pendejadas, ¿porqué no?. Aclaro que esta comparación, jamás lleva implícita la afirmación de que a mi los hombres me sirven para lo mismo que los zapatos, para pisarlos... bueno si, pero en el más puro sentido erótico de la palabra.
Un buen día me puse a pensar, los hombres para mi, son como los zapatos... empezando por la circunstancia de que ¡me encantan!, me dan flojera las hiper feministas que dicen que el hombre es el género enemigo, porque yo en mi vida los he encontrado bastante amigables, nunca he sentido odio por ninguno, si mucho ligera antipatía... así que al igual que los zapatos, he tenido grandes cantidades, bueeeno, seamos realistas, nunca tantos como Elizabeth Taylor o Imelda Marcos, pero no tan pocos como una monja de misión africana. Los zapatos son de los más diversos materiales, colores, texturas, al igual que los varones, los puedes encontrar desde aquellos que son de diseñador y que usarlos es un lujo que te permite demostrar al resto que has triunfado (estoy hablando de zapatos), digamos que poseer algo asi, tan exclusivo y diferente te faculta a restregarle a las demás en la cara que tú tienes lo que ellas jamás podrán tener (ahora si me refiero a los hombres).
Existe calzado de aspecto modesto, quizá de marca no tan reconocida, sin embargo, tienen un encanto secreto (al igual que ciertos hombres), que al tenerlos contigo, te hacen sentir cómoda, elegante y a la vez muy satisfecha por la buena calidad de sus materiales y la buena inversión al adquirirlos.
Por otra parte, también es común encontrar los zapatos más increibles, de aspecto mas sexy, color perfecto, materiales magníficos, que desde que los vez te convencen de llevarlos contigo, tu ¡necesitas esos zapatos!, no importa que no tengas con que combinarlos, tu guardarropa evolucionará en función a esos zapatos y una vez que los tienes (al igual que con algunos hombres en la vida), te diste cuenta que cometiste un grave error, que los zapatos te aprietan miserablemente, que por más que trates de adaptarte a ellos, ellos jamás se adaptarán a ti y que ni siquiera cambiando tú por ellos te servirán a largo plazo, son los zapatos que con tristeza hay que decir adiós, por más que trataste que te sirvieran de algo.
Luego están aquellos zapatos que son una facha, que los viste decentes en el aparador, que saliste una o dos veces de casa con ellos, pero (al igual que con muchos sujetos del género masculino), resulta que no eran lo que parecían ser, se ven falsos, las hebillas se caen, las correas se tuercen, en realidad se ven fachosos, vulgares y corrientes, porque bueno, ya lograron la primera impresión y solo para eso están diseñados, para aguantar como decía mi mamá "una o dos puestas".
Así sucesivamente, podría pasarme mucho tiempo explicando porqué considero que mi relación con los hombres se parece a mi relación con los zapatos, pero eso cada quien puede ir haciendo sus conclusiones y corroborar o desechar mi hipótesis. Unicamente me resta afirmar, que con los hombres, al igual que con los zapatos, ¡Siempre es fabuloso estrenar!.