domingo, 24 de enero de 2010

LA ULTIMA VEZ (primera parte)

Aquella tarde Mercedes Romero decidió que sería la última vez que lo vería, se preparó con todo cuidado, tomo un baño de esencia de rosas y almendra, al salir se puso el perfume que sabía lo enloquecía, un poco en el lóbulo posterior de la oreja, un poco sobre sus senos, una cantidad minima en el pliegue de sus brazos y detrás de sus rodillas, mientras lo hacía pensaba en el hombre que era el objeto de aquellos preparativos, su amante desde hacía casi un año, aunque por cuestiones de agenda y por trabajo, solo lo veía una vez o dos al mes, sin embargo, eran buenas salidas, donde ambos se dedicaban a actividades completamente decadentes, como tomar vino y comer frutas en almíbar. Mercedes Romero sabía que esa era una pasión deliciosa, la había encontrado justo cuando su matrimonio naufragaba en una rutina desesperante, su marido parecía no ponerle atención, su tiempo en casa se limitaba a estar frente al televisor, viendo deportes, mientras ella trataba desesperadamente de captar su atención, en principio tratando de conversar, luego usando sus armas de seducción femenina y después en franco reclamo, sin embargo nada podía hacer para evitar que la mayor parte de las noches su marido terminara dándole un beso en la frente y volteándole la espalda para caer en un rápido sueño, tan profundo, que Mercedes llegó a preguntarse si lo que tomaba todas las noches antes de dormir no era una cerveza, sino algún potente anestésico.
En ese naufragio y desperdicio de su vida la había encontrado Juan Miguel, un antiguo romance de preparatoria, habían sido "noviecitos de manita" durante casi un año y terminaron por uno de aquellas estúpidas peleas adolescentes, lo reencontró un día, mientras hacía fila en un banco, ambos con varios kilos más y muchas mas experiencias, pero se reconocieron al instante, ella no olvidaba esos ojos risueños que ahora tenían algunos pequeños pliegues, no en vano habían pasado más de veinte años, quizá un poco más moreno de como era, tenia algunas discretas canas en las sienes, pero era Juan Miguel, su primer novio, ni más ni menos. Él se acercó y la llamó por su nombre, ella sonrió y asintió, se trataba de ella, quizá otro color de cabello, más senos y menos pecas que cuando fueron novios, pero era ella. Juan Miguel le dio un abrazo y le dijo que estaba muy contento de verla, que frecuentemente se había preguntado que había sido de ella en esos años y ella contestó que se había casado y tenía tres hijos; el a su vez le informó que también se había casado, no tuvieron hijos, pero ahora tenía cerca de dos años divorciados, porque su esposa había decidido irse a salvar el Amazonas, encadenandose a gigantes acacias, para evitar su tala. Mercedes recordó que Juan Miguel era muy exagerado y rió de buena gana, intuyendo que esa historia solo era cierta parcialmente, luego de darse sus respectivos números telefónicos, acordaron que se reunirían para comer o un cafe y conversar sobre todo lo que había pasado en los veinte años en que no se habían visto.
Tres días después ella recibió la llamada telefónica, en realidad no esperaba que Juan Miguel llamara, ella había comentado con su marido ese encuentro y este ni siquiera apartó la mirada del televisor para decirle: ¡Que bueno mi vida!, evidentemente no le preocupaba que su mujer se encontrara con un antiguo novio, porque dudaba mucho que el encuentro volviera a repetirse.
Juan Miguel le propuso aquel lunes verse el martes por la tarde para comer, lo cual a Mercedes le pareció bien, ¡tenía tanto sin distracciones!, casa, trabajo, hijos, de manera reiterada y solo de cuando en cuando una escapada a comer con su hermana. Aceptó aquella cita, después de todo, Juan Miguel siempre fue un chico bien educado y no tenía porque cambiar, además no estaban haciendo nada indebido, estarían en un sitio público, a la vista de todo mundo y solo conversarían sobre los años transcurridos desde que dejaron de ser noviecitos de prepa. En principio pensó comentarle a su marido la llamada y lo que haría, pero por la mañana, cuando pensaba avisarle lo que haría en su día, como se lo comunican a diario todos los matrimonios, tuvo una inspiración extraña que le aconsejó no decir la verdad y solo le dijo a su marido que iría a comer con su hermana y que volvería avanzada la tarde, este solo le dio un beso en la mejilla y luego de decir que estaba bien, abandonó la casa.
Esa tarde ella se arregló de manera sencilla y discreta, un vestido floral abajo de la rodilla, unas zapatillas lisas y clásicas y su cabello discretamente recogido sobre la nuca, un toque de maquillaje y labial, como correspondía a una madre de familia seria y estable. Se citaron en un restaurant muy conocido, donde lo mismo acudían familias que parejas, con un ambiente que no daba lugar a pensar que se trataba de una cita romántica, sino que, hubieran podido ser un matrimonio común o incluso dos personas en una reunión de negocios; al verlo, Mercedes ya no estaba tan segura de que estaba haciendo ahí, Juan Miguel se puso de pie cuando advirtió su presencia en el lugar, y pudo observar que llevaba un blazer de pana café, con unos pantalones de vestir caquis y unos mocasines café; una camisa en tono beige, para una vestimenta bastante neutra y que le daban un aire de relajamiento y a la vez de elegancia, cuando ella se acercó, el la saludó con un beso en la mejilla, bastante convencional, pero que a Mercedes le hizo sentir un ligero estremecimiento.
Luego se sentaron, pidieron de comer, el hablaba de muy buen humor, contaban historias de la preparatoria, de sus amigos comunes, recuerdas a ¿Pancho Arcudia? había preguntado él y ella respondió: - claro, era aquel loco que acostumbraba hacernos reir, recuerdas como podía sacar soda por su nariz y la vez que lo sorprendió el prefecto y lo escupió sin querer con la coca-cola en la camisa blanca, había olvidado ese incidente - y cerró su respuesta con una sonora carcajada que hizo que algunos voltearan a la mesa, entonces Juan Miguel dijo: - ya no está en este mundo - y Mercedes dejó de reir y se quedó seria viendolo, - oh que terrible, que le pasó - preguntó y Juan Miguel le dijo que se había ido a Europa como mochilero y que ya llevaba como tres vueltas al continente y había aprendido varios idiomas en el inter, pero que al parecer la pasaba muy bien, entendiendo la broma, Mercedes retomó su carcajada, y solo se detuvo cuando Juan MIguel la vio a los ojos y le dijo: - había olvidado lo irresistible que es tu risa - y ella no pudo evitar que un ligero sonrojo la atacara. Así estuvieron recordando cosas, como aquella vez que ella reprobó varias materias y para no decirle a su mamá ante la exigencia de los directivos de que la boleta de los alumnos reprobados debería ser recogida por su padre o su madre y si no lo hacía alguno de ellos la suspenderían de clases; recordaron como Mercedes fue al salón de belleza que estaba enfrente de la preparatoria, sacó una clienta de ahí con los rulos puestos y la llevó a la dirección de la escuela para que pidiera la boleta, diciendo ser su madre, lo cual nadie cuestionó, pero cuando le preguntaron como se llamaba la alumna ella se quedó en blanco y no supo que contestar, sin embargo, Mercedes respondió dando su nombre rápidamente y la mujer lo repitió aliviada, habiéndole entregado la empleada la boleta. Esa había sido su salvación. Rieron tanto y tan de buena gana, que no pudieron evitar sentirse algo nostálgicos, por las cosas que hacía tanto habían ocurrido y no pudieron evitar pensar que en esos años eran muy felices y lo peor de todo es que entonces no lo sabían, porque aún la vida no se había interpuesto entre ellos. Para cuando pidieron la cuenta habían consumido además de dos cortes de carne, dos botellas de vino, que aunque no los habían embriagado, si eran bastantes como para que Mercedes se sintiera algo entonada, salieron juntos del restaurant y él la llevo a su auto, estaba ocultándose el sol y al despedirse, se dieron un abrazo que no hizo mas que precipitar las cosas al abismo, él la besó primero suave y luego con intensidad, ella se dejó besar, primero por sorpresa y luego por placer, y entendió que esos años no habían pasado en vano, que ambos aprendieron a besar mucho mejor que cuando fueron adolescentes y que no podían perder la oportunidad, sin hablar una palabra, ambos abordaron el auto de Juan Miguel, dejando estacionado el vehículo de Mercedes en el restaurant y se fueron directo a su departamento, donde el y ella desquitaron las ganas de sexo, uno por falta de pareja y la otra por indiferencia de la misma y luego de eso, se vieron a los ojos, supieron que seguían siendo amigos pese a todo y que esa experiencia deberían repetirla...

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