sábado, 28 de agosto de 2010

ROSENDA

Lo que ella vestía poco importaba, sino como lo lucía, ella podía hacer que una ropa lisa, de color negro, pareciera un vestido de primavera, caminaba erguida y sostenía la mirada de quienes la encontraban en la calle. Rosenda la llamaron, como su abuela, porque nació el mismo día que ella, y desde pequeña era diferente, su madre solía decir: ¡hay que estar muy pendiente de Rosenda, porque nos dará dolores de cabeza, esa niña es un torbellino! y en verdad, tenía una risa estruendosa, que todos volteaban cuando ella la liberaba, era un sonido claro, de torrente de rio, que provocaba felicidad a su alrededor. Cuando cumplió dieciséis era una joven muy bella, un cabello largo y ondulado que a veces recogía sobre su nuca, los hombres y los jovenes la veían pasar con admiración y no faltaba quien se acercara a ella, pero no podían mas que sonreir, porque ella, a diferencia de otras jovencitas, sostenía la mirada y daba la impresión que podía entrar y conocer los secretos del alma de quien se acercaba. Hubo muchos chicos de la cuadra que estuvieron a punto de pedirle noviazgo, pero al momento de hablar, se les doblaban las piernas, ¿que te pasó? preguntaban sus amigos y ellos respondían, no pude, fue como si yo no la mereciera. Pero al día siguiente alguien mas trataba de acercarse, pero la sentían muy distante. Su madre veía como su hija se volvía una mujer y se preocupaba, no eran una familia de mucho dinero, asi que conseguir un "buen partido" para Rosenda era difícil, es cierto que era bella, pero no todo en la vida es belleza, Rosenda trabajaba como dependienta en una tienda departamental, pero siempre quiso volver a estudiar, su horario de trabajo al menos de momento no lo permitía.
Entonces apareció en su vida Miguel, no tenía dinero pero tenía ojos encantadores, Rosenda lo conoció en una fiesta familiar, pero no pudo recordar nunca que se festejaba, pues desde que lo vio, supo que era el único hombre que habría de querer, de mirada intensa, no tartamudeó ni tembló cuando se acercó a ella. Tenía un magnetismo aplastante, era de su misma edad, les gustaba la misma música, un sentido del humor semejante, era como estar con el complemento perfecto. A partir de entonces fueron inseparables, los chicos del barrio los veían pasar con envidia, por no ser ellos los afortunados poseedores de esa mano que Rosenda daba a Miguel con absoluta confianza, enamorados, felices. Sin decir nada, sin pedir permiso, un dia Rosenda se fue de casa con Miguel, su madre removió cielo y tierra hasta encontrarla, viviendo en un cuarto de vecindad, en completa pobreza y decidida a morirse de hambre con Miguel si era necesario. Derrotada volvió a su casa, sintiendo aquello que duele cuando se pierde algo amado.
Seis meses pasaron y nadie había vuelto saber nada de Rosenda y Miguel, hasta el día en que todos los de la cuadra se quedaron sorprendidos al verla de nuevo, ya no sostenía la mirada, y caminaba con aire huidizo, su cintura un poco más ancha y su rostro no daban lugar a dudas, pronto sería madre, llego hasta la puerta de su casa sintiendo en su nuca las miradas de los vecinos y al tocar, su madre abrió, mil años mas vieja, pero con solo verla supo que ella venía para quedarse y abrió la puerta para recibirla de nuevo.
Lo curioso de esta historia, es que ustedes y yo, conocíamos ese fin de antemano.

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