lunes, 22 de septiembre de 2014

JUAREZ Y EL AGUA

Ciudad Juárez, Chihuahua. Septiembre de 2014.

         El agua se necesita. Se necesita en toda la entidad que hace tiempo se definía como ganadera y que ha visto seriamente afectada esa actividad a raíz de la sequía y con ella la carencia de pastizales para alimentar las vacas, industria importante no sólo por la producción de carne, sino todos los derivados de la leche, mientras escribo esto me acuerdo de las quesadillas en Villa Ahumada y que cada uno de esos carritos donde se expenden, da sustento al menos a tres familias de forma directa y muchas más de forma indirecta. 
         El agua no existe en Ciudad Juárez. Desde hace tiempo que se menciona la necesidad de traer de lugares más apartados el líquido necesario para el abastecimiento local, aún así, nunca es bastante ni suficiente, siempre hay lugares donde falta, donde no llega... colonias escondidas entre los cerros, donde la gente se torna gris, de tanto polvo que les cae encima, el polvo de los chiquillos corriendo en patios de tierra, el polvo de autos corriendo en calles sin pavimento, todo es polvo, sin agua, seco. La opción, guardar agua en contenedores desechados de alguna industria química, con la correspondiente consecuencia (el cáncer que produjo el uso de botes desechados por Candados Presto). 
        Pero el agua en un momento dio sustento a una importante industria, la producción del Valle de Juárez, donde se generaba algodón de alta calidad, algunos aún recuerdan que grandes empresas fabricantes de ropa se asentaban en la zona fronteriza Juárez-El Paso. Así que no existe más, pero el agua, alguna vez existió para dar sustento a parte de la industria económica regional. 
       El agua es dicha. Cuando viene en los días de verano para aliviar el calor que conservan estas calles, donde el pavimento absorbe y refleja los más de cuarenta grados centígrados que se alcanzan a veces diariamente por semanas enteras, rayos del sol que caen a plomo y que arrugan prematuramente el rostro de hombres y mujeres que laboran al aire libre; sin una gota de humedad en el ambiente, se sienten aliviados cuando la lluvia llega, aunque implique que deban retirarse temprano y con  sus ingresos del día mermados.
       El agua confronta.  Cuando abunda, el agua toma sus cauces que parecía haber olvidado, los veneros y arroyos que alimentaron el río bravo (seco hace tiempo) pero que aún buscan llegar allá, seguir su rumbo y en el camino, se lleva todo lo que los humanos absurda e ingenuamente creyeron poseer, desde un predio irregular con una vivienda endeble, hasta los precarios bienes o el automotor adquirido. Nos pone en claro que no somos más que pequeños seres indemnes ante la fuerza de la naturaleza, revela el descuido de quienes mandan o mandaron, para no autorizar construcciones en sitios de riesgo, desnuda la corrupción en los contratos de reparación del sistema hidráulico, las falsas promesas hechas en licitaciones de pavimento con garantías de veinte años y no llegan a cuatro (por supuesto que tampoco se harán efectivas), en fin, nos despoja de la venda de los ojos que queremos ponernos al pensar que la ciudad es una urbe desarrollada y en vías de mejoramiento, porque al igual que las casas hechas de madera, nuestra infraestructura es frágil y el agua se burla de nuestros intentos por canalizarla. 
     El agua es tragedia. En la carencia, porque mueren muchos por deshidratación, enfermedades gastrointestinales por consumo de aguas sucias, infecciones y demás. 
        En la tormenta, porque hace años un autobús fue arrastrado por la corriente llevando dentro pasajeros y muchos fallecieron en su intento de salvarse del agua, porque en dos mil seis y dos mil catorce, vuelven a morir personas arrastradas por arroyos tempestuosos que surgen enfurecidos al encontrar sus caminos naturales bloqueados, incluso drenajes tapados, porque aquí a nadie le importa nada, todos van de paso, hacia el norte o hacia el sur, dejando su basura de camino. 
       Esta relación de Ciudad Juárez con el agua, suele ser como las relaciones entre habitantes, dulces y amargas, suaves y ásperas, plácidas y tormentosas. Se necesita agua para vivir, pero hay poca y mal aprovechada, sigue siendo privilegio de quienes aún no lo valoran, lavando su banqueta con manguera y con un sonido de mentada de madre para el resto de la población que tiene sed hasta en las pestañas llenas de polvo. 



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