lunes, 24 de agosto de 2009

UNA TARDE

Aquel día pasaste por mi como todos los días después de clases, teníamos entonces dieciocho años y ganas de hacer el amor a todas horas, me llevaste a casa, sabías que ahí no había nadie a esas horas y que yo no sería tan descortés de dejarte en la puerta sin invitarte siquiera a tomar agua. Hacía tanto calor aquel verano, que era imposible caminar sin sentir un poco chiclosa la suela de mis zapatos escolares. Al llegar a casa, no había nadie, como tu y yo sabíamos y estábamos deseando. Dejaste sobre la mesa ese vaso con agua y hielo, me abrazaste para cargarme hasta la cama donde tarde a tarde veníamos haciendo el amor desde hace mas de un año, ¡Cuanto te amaba entonces!, sabías que no necesitabas pedirme nada porque yo también estaba deseando quitarme la ropa cada momento que pasaba a tu lado, sudar mas de deseo que del calor infernal, tenerte dentro de mi y sentir como los huesos de tu cadera se clavaban en la mía, enredarte en mis piernas y en mi cuerpo. Luego aquella laxitud que nos sobrevenía luego del orgasmo, tu te quedabas dentro de mi, yo sentia delicioso como nuestros sudores se mezclaban y la verdad es que podía haber permanecido así toda la tarde, sin embargo, un ruido de la planta baja me llamó la atención. Sabía que no podían ser ladrones, aquel barrio era de lo más tranquilo y yo me asegure de poner la llave en la puerta. Entonces me acerqué a la orilla de la escalera y grité: -¿Quien es?- una voz grave me respondió desde el baño de abajo - ¡Soy yo hija!, lo que pasa es que ya me venía haciendo pipí por eso llegue de carrera. - Y entonces sentí como mi cuerpo recibía lo más parecido a un golpe en el estómago porque sentí que se me iba el aire, ¡En la madre, mi papá!, pensé y corrí a mi cuarto donde aún te extendías plácidamente en la cama y te dije apresurada:
- ¡vístete que llego mi padre!-
Tu solo sonreiste sin abrir los ojos y contestaste:
- ¡esta vez no voy a caer, esa broma ya me la hiciste muchas veces!-
- ¡QUE TE VISTAAAS!- entonces si volteaste a mirarme y mi palidez debió indicarte que estabas mas cerca de la muerte de lo que nunca habías estado, recuerdo que tomaste tu camiseta, tus pantalones y tus tenis, te los pusiste apresurado mientras yo tomaba un short y una playera de la ropa que estaba regada por todo el cuarto, justo en el momento que nos sentamos en el escritorio de la computadora, se abrió la puerta y entró mi padre: - Hola hija, ¿como te fue?, hola Roberto, ¿como estás?, tuve que venir temprano porque se suspendió la reunión de trabajo. Voy a estar en mi cuarto, ¿ya casi terminan la tarea?.
- En eso estamos señor. - Respondiste con voz trémula.
- Bien, por aquí ando. Ahorita que llegue tu madre comemos todos.-
- Si papá.-
Al salir mi padre, los dos nos dimos cuenta que estabamos temblando, que gracias a Dios mi padre estaba cansado de trabajar y que en tu prisa por vestirte, te habias puesto mi playera de ositos rosas y que sobre la cama mía, se veían claramente tus boxers de cuadros.

1 comentario:

Bombon dijo...

jojojojo
q padre anectoda
me encanta como escribes
seguire viniendo a leer

un beso