jueves, 8 de octubre de 2009

ELLA





A Ella la encontré después de tiempo de no verla, pasaba por una de esas rachas de insensibilidad emocional que te quedan luego de romper con otra novia, ese tipo de etapas en las que juras no volverás a querer a nadie, que estás decidido a no volver a querer a ninguna “pinche vieja” porque todas están más locas que una cabra con patines y nunca les das gusto, con sesiones intensas de mil cervezas para olvidar y tratar de componer el mundo con quien te quiera escuchar. Así simplemente nos encontramos en un punto concreto del espacio y le dije que me daba gusto verla de nuevo, era la verdad, siempre encontré muy agradable su calidez, su modo de reír y como no se tomaba tan en serio, me sentía cómodo con Ella, y empezamos a conversar más seguido y un buen día sin darle tiempo de nada, le pregunté como se encontraba:
- Bien – me respondió – pero no quise darme por satisfecho con la respuesta, volví a inquirir: no, quiero la verdad, ¿cómo está tu vida sexual? Entonces, abrió el baúl en el que guardaba todos los recuerdos de momentos frustrados y pasados y yo como todo un conquistador, le dije que era tiempo de pasar un buen momento, que conmigo olvidaría los malos instantes, más nunca le ofrecí mi corazón, nunca me comprometí a nada. Quedamos de pasar un fin de semana juntos, donde las premisas eran el alcohol y el sexo, con todas las cuestiones periféricas que pudieran presentarse. Yo me sentía curado de mi mal de amores, que podría pasar si en realidad ya no estaba enamorado, ya no volvería a enamorarme, ya no quería pasar por lo mismo.
Aquella noche nos fuimos a un bar, donde empezamos una farra mítica, de proporciones sobrehumanas, donde empezamos a tejer la leyenda de que juntos estábamos mejor que nunca, Ella tomaba tequila, yo tomaba cerveza y afuera la noche nos esperaba, cálida, sofocante, sin prisa. De pronto una canción sonó en la guitarra y tu recuerdo me llegó de golpe, yo que tenía meses diciendo que ya no te extrañaba, me sentí más solo que nada sin tus brazos, más ausente de ti que nunca, mas perdido en este universo y una lágrima salió de mis ojos, sin que yo lo pudiera evitar; a pesar del humo del cigarrillo, a pesar de la oscuridad, a pesar de su ebriedad, Ella lo notó, solo me preguntó si pasaba algo, le dije que estaba bien, Ella no se quedó satisfecha, volvió a preguntar y yo solo respondí: “es que mi gatito murió y lo extraño”, sabiendo que era la respuesta mas puñetera que podía encontrar en este mundo. Seguimos bebiendo en silencio por un rato y empezamos a reír de nuevo, pero yo sabía que en su mente estaba sembrado el fantasma de esa lágrima inesperada y sorprendente.
Al amanecer, caminamos hacia nuestra habitación, donde nos entregamos de mil maneras distintas, haciendo que nuestros cuerpos se agotaran, quemando hasta la última gota de la energía que nos quedaba, conjurando a la luna para que volviera de nuevo y pese a que Ella se regaló en mis brazos sin reservas, pese a que me hizo explorar el placer en rincones desconocidos, aun y cuando me embrutecí de su cuerpo, de su sexo y sus sentidos, la abrace al final, sabiendo que no se trataba de ti, que nunca serías tu, que Ella merecía más que ese corazón incapaz de quererla. Ella fingió dormir, pero se que sentía que mi mente estaba lejos de ahí y que nuevas lágrimas me hacían extrañarte de la manera mas injusta y estúpida, por innecesaria, por irrepetible, por imposible. Y ahí que tú recuerdo se acostó entre los dos como un fantasma.
Al despertar, Ella me miraba junto a la cama, vestida, escrutándome, seria y entonces me sentí desamparado, porque sabía que estaba viendo hasta dentro de mi, hasta la realidad que pretendía ocultar y siendo Ella la mujer que merece que la amen, la mujer que se entrega sin condiciones, se dirigió hacia la puerta y me dijo: - Ojala algún día alguien me quiera y me extrañe como tú a tu gato. -

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