miércoles, 9 de septiembre de 2009

LA ELEGIDA


Me levanto y son las ocho, con ese sabor del agotamiento viejo, anoche llegué a las tres de la mañana, el chofer de transporte de personal de la maquila se la pasó sobando la pierna de la chavala que va a su lado y manejaba lento, para prolongar el viaje, pues al bajar al ella la esperaba su marido en la esquina bajo la luz de un arbotante; mientras tanto, el resto de nosotros que nos moríamos de cansancio no nos quedaba más que esperar a que la lascivia de ellos quedara satisfecha. En fin, luego de que llegué, tuve que lavar los trastes que quedaron de la cena, aunque frijoles y papás no son difíciles de remover de los platos. Mis hijos hacía horas que estaban dormidos, eso creo, uno nunca sabe con los adolescentes, solo me queda creerles cuando me dicen que no tienen sexo y que no consumen drogas, me es imposible estar al pendiente y sus respectivos padres se fueron tan pronto los engendraron, así que yo sola he tenido que navegar con su crianza. En silencio enciendo un cigarrillo, mis hijos ya se fueron a la escuela, o al menos eso dicen, veo como la brasa se va consumiendo mientras repaso la lista de pendientes y de pronto me despierta esa tos persistente que viene de la habitación contigua…es mi madre, que a sus ochenta y tantos años de vida tiene tantos males crónicos que no se como es que sigue respirando.
-Rosenda!
-mande mamá, ¿como amaneció?
-tráeme un vaso de agua, que me muero de sed.
Apago el cigarrillo apresurada y voy por el agua, así ha sido mi vida desde hace mas de quince años, mi madre siempre fue de esas señoras de rancho, acostumbradas a levantarse a las cuatro de la mañana para enviar al marido a trabajar, preparándole el desayuno y poniéndole viandas para más tarde, solo que el marido (mi padre), ya se murió hace más de veinte años, pero a ella se le quedó la costumbre de decir que las mujeres que no madrugan son unas huevonas que no sirven para tener una casa, me despierta aunque sabe que yo estoy cansada, para empezar ese largo día, aprovecho que le llevo agua para darle el medicamento de la mañana.
- Tome mamá, sus medicinas.
- No mortifiques Rosenda, ya estoy hasta la chingada de estar tomando medicamento, esos pinches doctores del Seguro no sirven para nada.
-Pero mamá, lo tiene que tomar, no tengo para llevarla al médico particular, solo podemos ir al Seguro, acuérdese que tengo que pagar la luz, el agua, el predial, que todavía debemos del predial del año pasado, que hay que comprarle libros y uniformes a los muchachos, no nos queda para pagar doctores, el Seguro es lo único que tenemos.
- Pero no se para que insistes en llevarme, si esos doctorcitos pendejos no hacen nada por que mejore.
- Usted sabe que tiene que cuidarse, además de que no se quiere tomar las medicinas usted ya no quiere comer, no se abriga cuando sale…no…
- ¡Nunca he necesitado cuidados de viejita, bastante puedo valerme sola y ya lárgate que no me dejas estar en paz, si te dejara, te la pasarías durmiendo en tus laureles, siempre fuiste una floja y aún lo sigues siendo, que es eso de estar calentando la cama a estas horas!
- Apenas son las ocho…
- Para eso si eres muy buena, para retobar, pero nunca has hecho nada de provecho, nomás tuviste a tus chamacos ahí como si fueran la yerba, ni para pescar marido sirves…
- ¿Qué le hacen los muchachos?
- Nada, a mi nada, a mi no me importan, tu no quieres entender que andan por ahí en la calle de vagos nomás y te sigues creyendo que van a la escuela y ahí estás de bruta sobándote en la maquiladora, para traerles dinero para que, si son unos burros, hasta borrachos y marihuanos han de ser, pero tu sigues ahí en lo mismo. ¡No te vayas que te estoy hablando!
Me alejo, antes de que el coraje me haga perder la paciencia y olvidarme que la señora que está gritando es mi madre, y empiezo la rutina de todos los días, hay que lavar, cocinar el desayuno, barrer, limpiar el suelo, ayudar a mi madre a que se bañe, vestirla, peinarla, llevarla a la sala para que se ponga a ver la televisión, planchar lo que ya se había lavado, acomodar la ropa, preparar la comida para mediodía que llegan los muchachos, atenderlos cuando llegan de la escuela, meterme a bañar, porque tengo que estar lista a las dos y media que llega el autobús por mi, porque si lo pierdo, tengo que pagar yo mi pasaje y no está el horno pa’ bollos, si así sabe Dios que el dinero no me alcanza, menos así. Hace más de quince años así vivimos, mi madre siempre fue una mujer enérgica, pero la enfermedad le ha agriado el carácter, cuando tuve a mis hijos no le hizo gracia que fuera madre soltera, pero no le quedó mas que recibirme, porque sabía que yo no tenía a donde ir, sin embargo, desde hace mucho tiempo que pienso que hubiera sido mejor que entonces me corriera de la casa, que dijera que me fuera a la calle con las mujeres pecadoras, que me fuera de pluma como me gusta irme y todas esas cosas que muchas veces me ha dicho, porque ahora vivimos con ella, sin embargo soy yo la que no puedo irme, me sentiría muy culpable si la dejo sola ahora que no se puede valer por si misma, si entonces que podía me hubiera ido, yo ahora viviría feliz, pero no como ahora, hace años que no tengo sexo porque no puedo escaparme ni una noche, hace mucho que no recibo ni una propuesta indecente, la aceptaría con gusto, pero mis amigos y compañeros de trabajo se cansaron de mis negativa. Todos mis hermanos están casados, tienen sus familias, unos viven en la ciudad, aunque da igual, nunca vienen, mi madre se encargo de hacerlos correr a fuerza de indirectas a mis cuñadas, otros viven en Estados Unidos, pero eso no sirve de nada, porque tampoco se acuerdan ni de hablar por teléfono. Pero eso si, cuando mi madre va a dar al hospital, que es seguido, porque se niega a tomar los medicamentos, aparecen todos para regañarme por lo mal cuidada que está, porque no les aviso, a pesar de que ninguno se ocupa de dar un centavo para que coma, vista o se compre medicamento. ¡Carajo!, ¡Esa mujer parió siete cabrones y dos cabronas! y nadie se hace cargo, todos se fueron de la casa y yo me fui quedando por ser la madre soltera, la que no tenía a donde ir, la que nunca consiguió novio en forma, porque tenía-muchas-responsabilidades-y-mi-madre-quería-que-expiara-mi-pecado.
Entonces, cuando estoy más ocupada en mis quehaceres domésticos, escucho esa voz que ya me tiene harta y que me hace sentir ganas de mandar todo al carajo:
-Rosenda… ¡ayúdame a ir al baño!
Entonces grito con todos mis sentidos la pregunta que me quema desde hace muchos años:
- ¿¿¿¿Y YO PORQUE CHINGADOS????

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