miércoles, 9 de septiembre de 2009

VUELVE


Tenía yo diecisiete años cuando me enamoré de ti. No puedo establecer el enamoramiento en términos de novela rosa, decir que fue amor a primera vista y que eras el hombre mas guapo del universo, porque sería mentir, ambos aún nos recuperábamos de esa enfermedad de adolescencia, donde nada en el cuerpo parece tener las proporciones adecuadas, entonces digamos que mis hormonas se emocionaron a la vista de tus piernas largas y tus caderas breves, tus manos grandes y rudas y esa mirada de desvalido con la que has solucionado tantas cosas en la vida.
Durante un año estuvimos resistiéndonos a los impulsos del cuerpo, yo tenía miedo de hacer lo que mi madre me dijo “no se debía de hacer sin casarse” y tu tenías miedo que por hacerlo te obligaran a casarte, pero finalmente tuvimos esa ceremonia donde fui iniciada a los placeres de la carne, asustada pero con entusiasmo y completamente convencida de que estábamos enamorados hasta el tuétano.
Entonces empezó lo que se llama una “relación formal”, tú convivías con mi familia y yo convivía con la tuya, para irnos tratando y ver si podíamos funcionar como pareja ante la sociedad. Con entusiasmo nos dedicábamos a la entrega mutua en cada ocasión que la hora, el lugar y el cuerpo lo permitían, aún a riesgo de que nos sorprendieran tus padres o los míos y nos pusieran como castigo el yugo eterno de vivir juntos, aunque para entonces sabíamos que no nos hubiera importado, éramos estúpidamente felices, salvo uno que otro susto provocado por mis desarreglos hormonales.
Un día me dijiste que esperarías el tiempo necesario hasta que yo terminara mi educación universitaria, el cual transcurrió lento y fueron cuatro años más esperando; otro día me viste a los ojos y me sorprendiste al pedirme casarme contigo, yo dije que sí, con la irresponsabilidad de mis años y mis amores, pensando que casarse era la cosa más natural del mundo cuando uno ya cumplió con sus expectativas de educación (¡Así de cursi y tarada era yo, lo bueno que ya se me quitó!) y ahí empezó la parte compleja del asunto, ¿Cómo hacerle para casarte sin dinero?, mujer determinada, de inmediato cooperé con mi parte, decidiendo que empezaría a trabajar de inmediato, para juntar dinero y comprar nuestras cosas, pues había que tomar en cuenta que tu mantenías a tu sacrosanta madre que era viuda y sin otro sostén en la vida. ¿Dónde íbamos a vivir?, por supuesto que con tu madre, ella necesitaba de ti y no podíamos dejarla sola. Y a todo dije que sí, pese a que la señora se fue directo a terapia intensiva cuando supo que su único hijo varón pensaba casarse con esta lagartona que además tenía el defecto de ser una mujer que deseaba ejercer una profesión, insurrecta y que no sabía planchar ni lavar (aunque si tenía otras gracias que tu ya conocías y que mejor no le dijiste a tu madre para no torturarla más).
Decidimos que el tiempo era demasiado, no podíamos juntar suficiente dinero con tu trabajo y con el mío, entonces tu primo que vive en Los Ángeles, tuvo la brillante idea de que te fueras allá para que juntaras dólares, así fuera limpiando parques, pero rápidamente podríamos realizar nuestro sueño de estar juntos, una tarde de verano nos dijimos adiós y pronto nos veremos, llorando por la lejanía después de cuatro años de vernos a diario y con la esperanza de verte volver alguna vez.
Luego todo se fue al carajo, te conseguiste una gringa que enloquecida por las dotes sexuales que tenías (y muchas de las cuales descubriste conmigo), te ofreció “arreglar papeles”, entonces te olvidaste de esta mexicana que se quedó acá en tu espera, la gringa te resultó piruja, pero para cuando te diste cuenta ya tenían tres hijos (que por cierto ninguno se parece a ti)… yo te esperé hasta que me di cuenta de todo eso y supe que no volverías más, por mi cuenta tuve amores, tuve hijos, éxitos y fracasos. Aprendí a entregar el cuerpo sin entregar el alma y disfruté de los lugares que hubiera querido conocer contigo. Me emborraché de las mil maneras que hubiera querido hacerlo contigo, fui a sitios, viví cosas, sentí cosas, toqué cosas, vamos, que dedique a embrutecer todos los sentidos para acallar esa palabra que en mi corazón siempre ha estado esperando para salir, en el fondo solo quería escribirte una carta y hacerte saber que aún te sigo esperando y que mi corazón aún te grita ¡VUELVE!

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